Veíamos en la entrada anterior cómo la firma de Hitler iba
manifestando rasgos propios de la personalidad del dictador. La H se inflaba de
manera desmesurada a partir de 1929 y al mismo tiempo la línea de escritura
sufría un descenso final que indicaba desmotivación, cierto desprecio a uno
mismo, encubierto con una gran máscara de autoestima de cara al exterior.
Por
un efecto compensatorio, en lugar de esconderse, Adolf Hitler se revuelve con orgullo desmesurado. En ese momento
no hay la más mínima presencia de un gesto que indique un instinto suicida. No obstante,
el desprecio a sí mismo puede acabar desembocando en un estado de infelicidad
tan grande que lleve a una persona a desear la muerte.
Si nos damos cuenta en las firmas de los años 1934 y 1937,
la distancia entre lo que queda del nombre y el apellido es cada vez mayor. Nuestro
protagonista está más lejos de su entorno íntimo. Apenas queda nada de Adolf,
la persona, todo lo que queda es Hitler,
el personaje. La dureza de los rasgos es mayor. Mayor presión a la hora de
apretar la pluma y más ángulos a la hora de formar los rasgos del texto,
podemos hablar de sadismo.
La letra cada vez se tumba más, alcanza incluso los 160º. Está
conectada y con ejes rígidos. Es una escritura emocional, pasional, terca, con
letra ligada. La emoción excesiva hace que desaparezca la razón. Si nos damos cuenta,
desde 1920 el trazo horizontal de la H lo realiza después de haber hecho la
letra. Es una clara pulsión escópica. Tiene una enorme tensión interna que
trata de controlar.
En 1944 vemos que la firma se fragmenta, hay ya menos
presión, ciertas torsiones. Los trazos ascendentes se marcan mucho menos que
los descendentes. Hay falta de vigor, cansancio, debilidad. El deterioro
empieza a manifestarse de manera evidente.
Basta un vistazo a la firma de 1945 para observar un mayor
desgaste. Emplastamientos de tinta debido a que la mano se mueve muy
lentamente. Hitler tiene 56 años, está agarrotado y sus movimientos, a pesar de
la edad, son los de un anciano. Adolf todavía se sostiene, al contrario de lo
que pasaba unas años atrás, pero el Hitler se hace añicos. Ya no tiene fuerza
ni mental ni física para seguir adelante, es un hombre destrozado, acabado,
incluso con rasgos paranoicos, estaba convencido de que todo el mundo iba
contra él. Su ánimo, como su firma están ya por los suelos. Sin duda le ha
llegado el final, no en vano. La de 1945, es la firma de su testamento, unas
horas antes de suicidarse.