Lo prometido es deuda y volvemos con una nueva entrega del
grafólogo incipiente. Os hablaba hace quince días, recordad que este blog se
actualiza cada dos semanas, de la importancia de la firma para, a través de
ella, conocer mejor la personalidad de un individuo. Pero la firma no sólo
tiene el don de reflejar el estado del alma, aunque suene a cursi, sino que
posee rango legal. Lo que se firma se afirma, se autentifica y se responde por
ello. De ahí que el análisis de la firma sirva descubrir falsificaciones y
estafas o incluso para descubrir la identidad de alguien tan enigmático como
Cristóbal Colón, como hemos podido comprobare en los informativos de los últimos días.
Vamos por partes, el pasado día 1 de octubre, El Mundo (Fuente Eropa Press) publicaba que en Torremolinos se había sentenciado a un año de cárcel a una
persona que había falsificado una firma para evitar ser desahuciado. El caso es
que este pobre hombre, llevado por la necesidad (el auto recoge su precariedad)
decidió, a la muerte de su casera, presentar un escrito hecho a máquina y
presuntamente firmado por la fallecida, en el que ésta le autorizaba a seguir
viviendo en el piso alquilado sin pagar nada de renta, hasta que él muriese.
Los hijos de la casera sospecharon del escrito, fechado en un día en el que la
ya fallecida estaba fuera de España, y pusieron a disposición de los peritos
calígrafos la firma, que sí era similar a la de su madre, aunque dudosa.
Tuvo que ser un perito, en este caso de la Policía Nacional, quien no sólo aseguró que esa firma no era de la casera, sino que la
falsificación la hizo el propio interesado. Para ello sometió al acusado a una
larga y extenuante sesión de firmas hasta que éste se relajó y puso sobre el
papel los verdaderos rasgos de su escritura y no los fingidos. Rasgos que sólo alguien como un perito calígrafo, tras varios años de preparación y experiencia puede llegar
a descifrar: gestos tipo (exclusivos), tendencias, arranques y finales de
rúbricas y letras…En definitiva características que hilan como un cordón
umbilical a una persona con su firma.
La segunda historia que traigo hoy a este blog sobre grafología tiene que ver
con Cristóbal Colón. Eso de que el descubridor de América que, según los libros de
texto, era genovés, lo fuera realmente, es algo que se ha puesto en duda desde
su muerte. A día de hoy, nadie es capaz de asegurar con absoluta certeza cuál
es su lugar de nacimiento. Entre las muchas paternidades está Navarra,
Barcelona e incluso Guadalajara, en una más que documentada y coherente
hipótesis lanzada en su día por el doctor Sanz y documentada posteriormente más
científicamente por los historiadores Margarita del Olmo y Emilio Cuenca. A todas ellas hay que unir ahora la de que
Cristóbal Colón era en verdad Pedro Álvarez de Sotomayor, como asegura el investigador Modesto Manuel Doval y recogen el portal Terrae Antiquae y el Diario de Pontevedra, entre otros medios gallegos. Pedro Madruga (Sotomayor) fue un noble pontevedrés
que defendió la causa de Juana La Beltraneja frente a Isabel I y que, una vez vencido se retiró a Portugal y murió en extrañas circunstancias, sin que nadie nunca
supiese nada del cadáver. Al tiempo que desaparecía el noble aparecía Cristóbal
Colón en escena, algo más que sospechoso para los defensores de esta hipótesis
que, además, hilan numerosas circunstancias comunes entre ambos personajes a lo
largo de su vida que, aseguran, les dan la razón.
Pero la prueba definitiva la llevó a cabo la perito
calígrafo Teresa Torres que, comparando varios escritos de ambos personajes,
llegó a la conclusión de que Cristóbal Colón y Pedro Álvarez de Sotomayor eran
la misma persona y así lo hizo saber a la Universidad de Barcelona. Allí, dicen, cotejaron sus estudios otros expertos (algo que no todos aseguran porque no se dice quiénes lo hicieron) que llegan
a la misma conclusión. ¿Habrá acabado la Grafología con el misterio del nacimiento
de Colón? Los gallegos lo tienen claro sí; los historiadores también: no; y los calígrafos
necesitaríamos varios informes, y no sólo el de una persona, eso sí, perfectamente cualificada,para dar por
zanjado un asunto tan complicado, tan denso, tan extenso y tan polémico como éste.